por Matías Strasorier*
Se acerca el cierre de año, comienza el optimismo por al año nuevo, y el campo desea más que nunca un próspero y feliz 2019… esperando olvidar el 2018.
Es que la campaña agrícola 2017/18 será recordada como la peor de los últimos 50 años, las variaciones y fluctuaciones del clima golpearon fuertemente la producción, y las variaciones en materia de economía política también.
La guerra comercial entre EEUU y China, en cada golpe, genera las réplicas en nuestro país, que como parte del podio de producción e industrialización mundial de cereales y oleaginosas, no es, ni puede ser ajeno a la disputa del mercado global de los agroalimentos.
Cada campaña agrícola es fundamental, ya que el complejo agroexportador significa el 40 por ciento del ingreso de divisas. Para la presente campaña se proyecta para la soja un área sembrada de 17,9 millones de hectáreas y para el maíz un área sembrada de 5.8 millones de hectáreas, según el Panorama Agrícola Semanal de la Bolsa de Cereales. Por su parte el trigo proyecta una cosecha de 19,2 M de Tn, según la misma fuente, sufriendo una merma en las casi 21 millones de Tn que se esperaban desde el gobierno. Es que el optimismo de la Secretaria de Agroindustria de la Nación estima una cosecha de soja de unos 54,2 M de Tn y para el maíz de 49.68 M de Tn., lo que sumado al trigo, girasol, cebada y sorgo calculan llegar a las 140 millones de toneladas totales, un record histórico. Deseo o realidad, lo sabremos al final de la cosecha.
Sin embargo, lo positivo de la proyección de campaña se encuentra con la realidad de no encontrar previsibilidad y claridad en la política económica lo que genera una gran preocupación para los productores y la agroindustria que comprenden el complejo productivo cerealero-oleaginoso, casi como las dudas sobre el clima.
Claramente, el plan económico está diseñado a favor del sector financiero y energético, principalmente, y subordinado a los intereses de los Grandes Grupos Económicos Trasnacionales vinculados a la Agroexportación (ADM, BUNGE, CARGIL, DREYFUS y COFCO), panorama en el cual el financiamiento presenta una tasa de interés que supera el 65-70 por ciento, haciendo inviable encarar el financiamiento de cualquier emprendimiento productivo.
Las reglas cambiantes en cuanto a carga impositiva, como fue el aumento de las retenciones y el impuesto inmobiliario rural; el aumento del precio del gasoil, insumo esencial de la producción agropecuaria, 70 por ciento en lo que va del 2018 y 102 por ciento interanual, lo que implica casi 4 mil millones de pesos más para la presente campaña, son parte de las políticas públicas nacionales que hacen que la perspectiva de la campaña agrícola 2019 sea bastante incierta para los productores.
Nuestro país tiene una economía en la cual de los u$s58 mil millones que ingresan en materia de exportación, casi el 40 por ciento son de Manufacturas de Origen Agropecuario, por lo que el resultado de cada campaña agrícola es fundamental. Como también es fundamental el agregado de valor en origen que se produce a través de la industria aceitera, molinera y de biocombustibles, eslabones de la cadena que sufren la reprimarización de la actividad agrícola, impulsada por las políticas económicas del gobierno nacional, lo cual no solo disminuye el agregado de valor en nuestro país, con sus correspondientes pérdidas de puestos de trabajo, sino también nos presenta con mayor fragilidad en el mercado internacional.
Para el sector productivo y agroindustrial argentino hay 2019 y hay campaña, a pesar de las dudas en materia de planificación económica por parte del Gobierno Nacional, y a pesar de las inclemencias del clima que siempre son un interrogante. Todos y todas necesitamos que haya 2019 y la campaña sea excelente.
*Integrante del Centro de Estudios Agrarios – CANPO / publicado originalmente en Motor Económico