Un operativo cerrojo para que a Urquiza no lo elijan Presidente

Cuando los vientos de la institucionalidad agitaban la alternativa de que Justo José de Urquiza se transformara nuevamente en Presidente, el Puerto de Buenos Aires cerró filas, movió piezas sobre el tablero y urdió una estrategia de sofocamiento del que salió favorecido el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento.

El 17 de mayo de 1868 el presidente Bartolomé Mitre, pronto a finalizar su mandato, dirigió a Urquiza una carta solicitándole que declinase su candidatura presidencial. Lo cuestionaba por “haber sido proclamada antes de iniciarse los trabajos constitucionales por las montoneras que han asolado el interior de la República…”.

La funesta guerra contra el Paraguay tenía ocupado al presidente Bartolomé Mitre pero se acercaba rápidamente el final de su mandato sin posibilidades de reelección y sin un sucesor que reuniera las condiciones para triunfar. Su favorito Rufino Elizalde, patrocinado por el imperio del Brasil –socio de Mitre en la Triple Alianza- no gozaba de simpatía en las provincias, ni en la de Buenos Aires. Se buscaron alternativas y aparecieron Adolfo Asina, Juan Bautista Alberdi como opciones. Este último, furioso opositor a la guerra contra el Paraguay, no era de las simpatías del fundador de La Nación.

Sarmiento aprovechó una coyuntura contra Urquiza para construir su liderazgo. Mitre, ocupado con la Guerra contra el Paraguay, debió redoblar esfuerzos para frenar a Urquiza en el Colegio Electoral.

Como la cuestión no se resolvía un grupo de oficiales y jefes del ejército se entusiasmaron con una idea lanzada por Lucio V. Mansilla. Ahí estaba disponible otro provinciano en apariencia más dócil al modelo político centralista del puerto de Buenos Aires, y que podía arrimarle los votos de las provincias. Era nada menos que el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento que en ese momento se encontraba en Estados Unidos, pronto a embarcarse a Europa. Y en París se enteró del ofrecimiento durante un banquete que le brindaron en el marco de la Exposición Universal de 1867. En Buenos Aires no tomaron muy en serio esa candidatura. “Le hicieron creer que puede ser presidente”, publicaban los diarios.

La candidatura de Urquiza

Y en medio de ese entrevero apareció la candidatura del expresidente Justo José de Urquiza con el apoyo de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y Córdoba. La fórmula se completaba con el bonaerense Adolfo Alsina. La alarma cundió.

En noviembre de 1867, Mitre, desde Paraguay, publicó una carta donde formulaba consideraciones sobre la situación interna y el porvenir del país, que suele ser calificada con cierta pompa como su “testamento político”. La popularidad de la candidatura presidencial de Urquiza era el centro de su preocupación. Mitre ponía de manifiesto que “ya había señalado con franqueza el único caso en que, usando de su autoridad moral y sin prevalecerse de su posición oficial, haría la oposición que le correspondía a candidaturas que de antemano consideraba funestas…” (¿la de Urquiza?), agregando que “su empeño había sido preparar al país a una libre elección de presidente en las mejores condiciones posibles para el gran partido nacional de los principios”. Sin nombrarlo estaba sugiriéndole al entrerriano declinar sus aspiraciones presidenciales.

Proclamado por la “montonera”

La candidatura de Urquiza continuaba prosperando. Los diarios oficialistas como Tribuno y El Nacional Argentino lanzaban sus embates contra el entrerriano. Sorpresivamente salió al ruedo una fórmula que le restaría posibilidades a Sarmiento: Alsina-Urquiza que a los pocos días trocó en Urquiza-Alsina. ¡Alarma en las trincheras del mitrismo! Con fecha 17 de mayo de 1868 Mitre dirigió una carta a Urquiza invitándolo a renunciar por estimar que su postulación sería contraria a los intereses del país, particularmente por “haber sido proclamada antes de iniciarse los trabajos constitucionales por la montonera que han asolado el interior de la República invocando su nombre (…) aun cuando V. E. no sea culpable de ello, quedándole sin embargo, la responsabilidad de no haber protestado contra esa explotación que se hacía de su nombre”.

Desde Concepción del Uruguay, el 24 de mayo, Urquiza respondió diciendo que con anterioridad al “testamento” podría haber tomado en consideración la invitación que se le hacía, pero no ahora cuando ya están comprometidas voluntades y esfuerzos de muchos conciudadanos. Rebatió las apreciaciones de Mitre y recogiendo la alusión a la montonera expresó que no puede admitirla “por la atroz injusticia que envuelve”. Luego agregó: “La verdad del libre sufragio popular no depende ni de la palabra de V. E. ni de la mía; depende sólo del régimen de las instituciones en los pueblos no perturbados por la coacción del poder general, en cuanto le es extraño”. Finalmente dice que esperaba sin impaciencia el voto popular y si le era adverso mancomunaría esfuerzos para ayudar al electo, a gobernar con eficacia, para mantener la unión nacional, obtener la paz, etc.

Finalmente, Urquiza no fue elegido presidente por segunda vez. El sistema de colegios electorales permitió que se maniobrara en los cenáculos para favorecer finalmente al más digerible Domingo Faustino Sarmiento que obtuvo 79 votos, Urquiza 28, Rufino Elizalde 22, Rawson 3 y Vélez Sársfield 1. Votaron por Urquiza todos los electores de Entre Ríos, Santa Fe y Salta.

Bibliografía a consultar

Calderón L. B. (1951). Urquiza, síntesis de su época y su actuación y su obra, Paraná.

Ramos, J. A., (1974). Del patriciado a la oligarquía, Peña Lillo, Bs. As.

Rosa, J.M., (1992). Historia Argentina, T. 7, Oriente, Buenos Aires.

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